Constantino y las acuñaciones del Sol Invicto

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Constantino I el Grande (reg. 306-337) fue sin duda uno de los emperadores romanos más controvertidos que existieron debido a las preguntas que hay en torno a su conversión al cristianismo. Aún a día de hoy entre los historiadores se discute cuándo se produjo exactamente y si fue un acto motivado por una sincera convicción o por cuestiones políticas. Con independencia de la llamada quaestio Constantiniana, lo que sí está más allá de toda duda es que durante su juventud y al menos la primera parte de su gobierno, Constantino mantuvo una estrecha relación con el culto al Sol Invicto, relación que tuvo su eco en las representaciones monetarias (Buenacasa, 2011: 147- 148).

Esta religión procedente de Siria (1) fue introducida por el emperador Eliogábalo (reg. 218-222), si bien no tuvo éxito en su implantación. Todo lo contrario que el ilirio Aureliano (reg. 270-274), quien eliminó los exotismos orientales de su predecesor y rescató parte de la tradición romana republicana del Sol Indiges (2). En el 274, Aureliano hizo del Sol la deidad principal del panteón romano, pero sin perjuicio de los dioses propios de otras religiones. De hecho, uno de los factores que contribuyeron a su aceptación fue que el culto privado a Mitra, deidad solar irania, estuviera fuertemente implantado en buena parte de la población romana, especialmente en el ejército.

Aureliano. Antoniniano (274 d. C. Roma). Ex Tauler&Fau, Subasta 11, Lote 1152

 

Con la Tetrarquía de Diocleciano (c. 293-324), el dios solar pasó a un segundo plano frente a una nueva teología basada en la exaltación a Júpiter (Jovii) y Hércules (Herculii). En base a esta concepción teocrática del poder, y de cara a la población, solo los soberanos encomendados por los dioses eran capaces de asegurar el bien común. Constantino, como hijo del tetrarca Constancio Cloro (reg. 293-306), estuvo muy familiarizado desde su juventud con la omnipresencia de lo divino y asumió con particular intensidad esa imagen sacra que los emperadores tenían de sí mismos (Brandt, 2007: 21). Tras la muerte de su padre, el ahora César pasó a ser un Herculius, apartando (al menos en la esfera pública) sus verdaderas inclinaciones religiosas hasta el 310.

En agosto de ese año, en su corte de Tréveris (actual Alemania) se pronunció un discurso que se incluyó en los “Panegíricos latinos” (3) donde se definía la relación entre Constantino y el Sol. Después de derrotar a los francos en el Rin, el emperador visitó un templo galo dedicado a Apolo en Autum (este de Francia) donde tuvo una visión recogida por el panegirista:

“Pues imagino viste Constantino, a tu protector Apolo, acompañado de la Victoria, ofrecerte unas coronas de laurel de las que cada una te trae el presagio de treinta años… Y en verdad ¿por qué digo creo? Tú viste al dios y te reconociste bajo su aspecto, a quien los divinos versos de los poetas cantaron se le debían los reinos del mundo. Lo cual, finalmente, pienso que ha acontecido cuando tú, emperador como él, eres joven, risueño, salutífero y hermosísimo” Pan. Lat. VII (21) 4-7.

Más allá de la veracidad de este hecho, lo importante fue que a través de esta aparición, Constantino se asoció con el Dios Solar, el cual le otorgó el derecho a gobernar todo el imperio. Además, en otros pasajes del mismo texto, se declara que el emperador era nieto de Claudio II el gótico (reg. 268-270), otro creyente del Sol Invicto. De esta forma reforzó su legitimidad al ligar su dinastía al modelo y tradición anteriores al sistema diseñado por Diocleciano (Iglesias, 20012: 395).

Constantino I. Follis. 314-315 d.C. Lugdunum. (Ric-34). Ex Tauler&Fau, Subasta 63, Lote 3238

 

La relación entre el emperador y su numen o divinidad protectora se oficializó con la incorporación del epíteto invictus a los títulos imperiales y con las correspondientes emisiones monetarias, en su mayoría de bronce y emitidas en los talleres occidentales de Arelatum, Tréveris, Londinium, Lugdunum, Aquileia y Roma (Royo, 2008: 22). El Sol, situado en el reverso, se representaba como un atleta imberbe y de largos cabellos en contrapposto, con un manto (clámide) sobre los hombros como única vestimenta y una corona que irradia rayos de luz (4). Su mano derecha, levantada y semiextendida, podría interpretarse como un gesto de poder, bendición o saludo, mientras que en la izquierda portaba el orbe celeste (Tomás, 2017: 10).

Este elemento iconográfico simbolizaba el cosmos, por lo que el portador de este símbolo quedaba señalado como un motor primario del orden universal. Aureliano, monarca al que también se asimiló Constantino, acuñó un antoniniano recibiendo este globo del Sol tras reunificar el Imperio durante la crisis del s. III (RIC, V, 1, 353). La figura del dios va rodeada por la leyenda “SOLI INVICTO COMITI” (la más habitual) (5) o “COMITI-AVGG NN” (RIC, VI, 146a), lo que lo convertía en compañero de Constantino. Entre el 318 y el 317 también encontramos la leyenda “CLARITAS REPUBLICAE” (RIC, VII, 102).

En cuanto al anverso, lo habitual era que apareciese el busto del emperador con la corona de laurel mirando hacia la izquierda, vistiendo una coraza e intitulándose como “CONSTANTINVS AVG” (RIC, VI, 899), “IMP CONSTANTINVS AVG” (RIC, VII, 45) o “IMP CONSTANTINVS PF AVG” (RIC, VII, 44, T). Entre las variantes del busto, podemos destacar uno de los tipos emitidos en Londres entre el 310 y el 312 con Constantino mirando hacia la izquierda y portando lanza, escudo y casco con cresta (RIC, VI, 166).

En el reverso de esta moneda el Sol sostiene el orbe con la mano derecha mientras que con la izquierda porta un látigo, otro de los atributos de esta deidad, pero que no parece encontrarse fuera de esta ceca durante el reinado de Constantino. Lo mismo ocurre con el Sol encarnado como un auriga (RIC, VII, London, 84), un tipo popularizado en tiempos del emperador Probo (reg. 276-282).

Medallón de Ticinum (313). Bibliothèque nationale de France, Cabinet des médailles (RIC, VII, 111)

 

Otra acuñación que acentuó aún más la conexión entre el monarca y su numen fue el nummus emitido en Tréveris entre el 310 y el 313 (RIC, VI, 887) donde los bustos del anverso y del reverso eran prácticamente idénticos. Lo mismo ocurre en el medallón de oro acuñado en Ticinum (actual Pavia, Italia) en el 313. En este jugate emperors (6) ambas figuras sujetaban el látigo, en una clara analogía de que son los conductores del Imperio (Buenacasa, 2011: 158). En el escudo de Constantino se puede ver una cuadriga igual que en el reverso de Londres antes mencionado.

Todos estos atributos presentaban a Constantino ante sus súbditos como la manifestación visible del Sol: el monarca era una entidad luminosa y benefactora con sus súbditos que, en una imitatio dei, vence a la oscuridad (encarnada en sus enemigos) y la noche. En ese aspecto, Iglesias García (2012: 393-394) menciona un reverso donde el Sol sujeta la cabeza de Serapis, dios del inframundo (RIC, VI, 167c y RIC, VI, 92var).

La serie dedicada a esta deidad se prolongó hasta el año 319. De acuerdo con Royo Martínez (2008: 29) se trata de una acuñación exclusiva de la ceca de Tesalónica con un campamento romano en forma de aspa coronado por la figura del Sol, si bien otros autores consideran que ese aspa podía ser un símbolo solar o una referencia al crismón (RIC, VII, 66).

Por último, quisiera destacar las emisiones póstumas de Constantino, acuñadas por sus hijos Constancio II (reg. 337-361) y Constantino II (reg. 337-340). En ellas no aparece el dios Sol en sí, sino la cuadriga con la que el fallecido emperador asciende a los cielos, donde es recibido por la mano de Dios (RIC, VIII, 39).

Divo Constantino I. 1/2 follis. 330 d.C. (Ric-37 var?). Ex Tauler&Fau, Subasta 72, Lote 2211

Notas

(1) Esta deidad conocida como El-Gabal o Elagabal, al igual que otros dioses solares como el Ra egipcio, el Mitra iranio o el Helios griego, iniciaba su lucha contra la oscuridad al caer la noche para regresar vencedor al amanecer. Además, entre otras atribuciones, ejercía de psicopompo al guiar a las almas en tránsito hacia regiones de luz eterna (Chernoll, 1994: 254-255).

(2) El Sol Indiges fue, al parecer una deidad de carácter agrario que contó con un santuario en el monte Quirinal (una de las siete colinas de Roma) donde se le dedicaba una festividad en agosto. Al ser conductor de la cuadriga solar, también estuvo ligado al Circo Máximo, representando la victoria en los juegos. (Chernoll, 1994: 263).

(3) Los Panegíricos latinos son una recopilación de doce textos laudatorios dedicados a los emperadores. Fechados entre finales del s. I y el s. IV, cinco están dedicados a Constantino I, concretamente el IV (fechado en el 321), el V (311), el VI (310), el VII (307) y el XII (313).

(4) La corona radiada es uno de los atributos propios de esta deidad y que fue asumido por los emperadores desde época de Augusto. Sin embargo, como señala Tomás García, no todos los emperadores lo utilizaron como una deferencia al dios Sol, si no como emblema de su divinidad y autoridad espiritual y de la belleza apolínea (Tomás, 2017: 23, 25).

(5) Esta leyenda empezó a ser utilizada a partir del 276 d. C. durante el reinado de Probo (Iglesias, 2013: 126).

(6) Otro de estos denominados jugate emperors con el emperador y el Sol fue acuñado por Probo en Siscia (RIC, V2, 596), aunque la similitud entre ambas efigies es menor que en el de Ticinum (Iglesias, 2013: 128).

Bibliografía

BUENACASA, C. (2011). La «conversión» de Constantino I y su aproximación al cristianismo. En TAMAYO, J. A. (ed.). Cristianismo y mundo romano. V y VI ciclos de conferencias sobre el Mundo Clásico. Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco.

CHENOLL ALFARO, R. (1994). Sol Invictus. Un modelo religioso de integración imperial. Baetica. Estudios de Arte, Geografía e Historia, 16, pp. 247-271.

IGLESIAS GARCÍA, S. (2012). Sol/Helios en los panegíricos latinos constantinos. Antesteria, nº 1, pp. 391-400.

IGLESIAS GARCÍA, S. (2013). El epíteto “invictus” durante los siglos III d.C. y IV d.C. en el ámbito imperial. Antesteria, nº 2, pp. 121-141.

POOL BURGOS, A. (2015). “El aporte del estudio numismático de la moneda romana imperial a la comprensión de la Mitología Clásica”. OMNI, nº 9, pp. 141-155.

ROYO, M. (2008). Simbología y poder en las emisiones de bronce constantinianas. Gaceta Numismática, nº 168, pp. 15-44.

TOMÁS GARCÍA, J. (2017). La «corona radiata» de Helios-Sol como símbolo de poder en la cultura visual romana. Potestas, nº 11, pp. 5-25.

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