El estado de conservación

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Cuando nos enfrentamos a la delicada tarea de asignar un estado de conservación a una moneda de colección hay que tener en cuenta tantos factores que casi parece un milagro que el que le asigna una conservación a la pieza no se vuelva loco después de haber analizado diez o doce ejemplares.

Si pienso en los elementos que hay que tener en cuenta a la hora de fijar la conservación de una moneda para plasmarla en el catálogo de una subasta, en una publicación, en una tasación, etc. Se me ocurren estos aspectos:

1 – Estado general de la pieza. Lo que algunos dirían el primer golpe de vista.

2 – Fallos producidos durante su fabricación: (Desplazamientos, cuño sucio, hojas, rebabas, golpeo con otras piezas, rayas de ajuste del peso, aleación mal ligada, reversos incusos, cantos mal acuñados, reversos girados, cospel escaso, falta de presión, metal “agrio”, fallos del grabador, doble acuñación, etc.)

3 – Señales de uso y circulación: (Suciedad agresiva, oxidaciones, agujeros, rayas, plata cristalizada, diferentes pátinas y/o tonalidades, golpes en el campo, golpes en el canto, desgaste, pieza usada como joya, con o sin soldadura, limpiezas desafortunadas, “grafitis”, calor extremo, cercenamiento, limaduras, determinados continentes, humedad ambiental, etc.).

4 – Conservación relativa. No podemos tratar de igual manera a una moneda hispano árabe de nuestros reinos de taifas que a una moneda de 2 Ecus de Felipe VI.

Si después de haber analizado tantos factores llegamos a la conclusión de que nuestra moneda es un EBC-, pero escuchamos otra opinión que nos dice que es MBC+, no debemos desanimarnos por ello, al final el concepto de la conservación no deja de ser un tanto subjetivo.

 

Lo cierto es que no debería haber más de medio punto de diferencia, entre las opiniones de buenos profesionales, en lo referente a la conservación, pues a pesar de su subjetividad, las características que la pieza presenta son las que muestra la moneda y estas son objetivas.

Puede influir en nuestra valoración el estado de ánimo o el cansancio o simplemente las monedas que hayamos visto antes de la que en ese momento es objeto de nuestro análisis. Si hemos visto unas cuantas piezas modernas, todas sin circular y de repente nos toca clasificar una moneda medieval con “sus cosas” seguramente nos va a parecer de peor conservación de lo que en realidad es y viceversa.

Fuere como fuere, la cuestión es que la conservación de una moneda puede dar lugar a interesantes debates, pero lo que realmente demanda el coleccionista es que cuando la moneda que ha comprado a través de una subasta llegue a su poder, ésta no suponga una decepción.

Intentando resumir, el arte de evaluar una moneda en el aspecto de su estado de conservación, requiere una cierta experiencia y haber visto muchas piezas para tener un criterio lo más profesional y equitativo posible. Existen una serie de escalas bastante prácticas, aunque cada país puede tener la suya, esta es la española:

MC = Mala conservación.

RC = Regular conservación.

BC = Buena conservación.

MBC = Muy buena conservación.

EBC = Excelente buena conservación.

SC = Sin circular.

FDC = Flor de cuño.

P = Prueba.

 

Entre flor de cuño y prueba hay una especie de calidad intermedia, en la que sin dar a la moneda una terminación de fondo espejo en los campos y mate en los relieves, se pulen los campos del cuño y se aprecia el contraste con el resto de la pieza. Un ejemplo lo tenemos en la acuñación de las “tiras” fabricadas por la F.N.M.T. en los años 1968, 69, 70 y 71; se consideraron acuñaciones esmeradas. A partir de ese año se pasó al tipo de “carteras” donde las acuñaciones efectuadas en los años 1972, 73, 74 y 75 sí pueden considerarse pruebas.

Dentro de estos apartados, despreciamos las categorías MC y RC que son las de menor rango y que tienen en común que las superficies acuñadas apenas tienen relieve, por que han sufrido un severo desgaste y muchos de los datos de la moneda se han perdido definitivamente. Entendemos que salvo una pieza de mucha rareza este tipo de piezas ha de ser rechazado por parte del coleccionista.

Las calidades BC, MBC y EBC pueden ir acompañadas de un signo más o menos en función de si se consideran algo mejor o algo peor que estas siglas centrales, pero sin llegar al siguiente estado. Así tendríamos:

BC-, BC, BC+, MBC-, MBC, MBC+, EBC-, EBC, EBC+.

Algunos profesionales aportan las conservaciones FDC- y SC-. Creo que se pueden admitir estos conceptos, aunque otros no estén de acuerdo. Una moneda que no ha circulado (SC) y una que tampoco lo haya hecho, pero presente alguna leve rayita de circulación puede querer decir que algo sí ha circulado. No veo la dificultad de expresarlo poniendo a continuación un signo-.

Lo que sí que considero poco congruente es el decir que una moneda es FDC+ o SC+.

Creo que estos estados de conservación no deben ser contemplados. Una pieza FDC es algo así como el grado más alto de conservación de una pieza, si exceptuamos el tipo prueba. No se puede decir más.

Debemos añadir que unas casas de subastas pueden tener criterios más o menos rigurosos a la hora de evaluar la conservación de una moneda y es que el mercado es tan amplio que pueden surgir discrepancias fundamentadas en uno u otro sentido.

Hemos visto las siglas que se utilizan en el mercado español para catalogar una pieza desde el punto de vista de su estado de conservación, en otros países se siguen otras, aunque los conceptos son, básicamente, los mismos. La nomenclatura anglosajona es la más empleada.

 

Actualmente se utiliza por parte de algunas empresas de certificación de monedas, una escala que va del 1 al 70. Estos dígitos corresponden en sus valores más altos a las piezas de mejor conservación y en sus valores más bajos a las más deterioradas. Tienen la ventaja de que la pieza encapsulada se supone que no va a recibir agresiones externas ni manipulaciones indeseadas. El inconveniente es que no sentimos la sensación de tocar la moneda, que la vemos a través de un plástico y que no podemos apreciar una de sus partes fundamentales como es el canto.

A veces en las descripciones que se hacen de una moneda, pueden aparecer dos conservaciones diferentes, eso nos indica que la primera de ellas se refiere al anverso y la segunda al reverso pues no necesariamente han de coincidir ambos. Por diferentes causas, una pieza puede tener mejor tratado uno de los lados de la moneda que el otro y eso se puede indicar haciendo constar la diferencia en la descripción.

 

Por ejemplo:  MBC / EBC, nos indicaría que el anverso tiene una muy buena conservación y el reverso una excelente conservación. Esta característica se produce con cierta frecuencia en monedas de oro y plata españolas de los siglos XVIII y XIX.

Normalmente no se dice nada del canto de la pieza a no ser que éste presente algún tipo de desperfecto como fallo de acuñación, golpe, limadura, soldadura, etc. Se supone que su conservación es parecida a la de la pieza descrita. De no ser así, se debe hacer constar en la descripción general de la moneda.

Repitiendo lo expuesto al comienzo de este artículo, lo importante es que en las conservaciones que se dan entre profesionales no haya más de medio punto de diferencia en lo que a calidad se refiere y que la expuesta en un catálogo de subastas no defraude al coleccionista que espera con ilusión recibir la moneda adquirida. Por eso hoy es tan importante una buena fotografía que confirme la opinión del que cataloga y que ayude al coleccionista en su elección.

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