La Difusión de la Leyenda Negra a través de los Jetones
Desde que en 1914 Julián Juderías difundiera el término “Leyenda Negra”, han sido muchos los autores interesados en estudiar la imagen de la Monarquía Hispánica que crearon y proyectaron sus rivales. Podemos citar, además de la obra del propio Juderías, las de Rómulo Carbia (1944), Ricardo García Cárcel (1996), el hispanista Joseph Pérez (2009) o la más reciente de “Imperiofobia” de Elvira Roca Barea (2016) de gran éxito entre el público.
De acuerdo con estos autores, aunque el origen de dicha leyenda se encuentra en las conquistas aragonesas y catalanas de la Italia medieval, el germen de la versión que conocemos actualmente nació el 13 de diciembre de 1580. Ante los Estados Generales de las Provincias Unidas Pierre de Loyseleur, consejero de Guillermo de Nassau, príncipe de Orange, presentó un libelo titulado la “Apologie”.
En él se aglutinaban una serie de críticas, tergiversaciones y exageraciones contra Felipe II y el pueblo que gobernaba. Se les acusaba de cometer atrocidades contra los indígenas de América, de ser una raza corrompida por la sangre de judíos y musulmanes y de abrazar una fe oscurantista e intransigente cuyo brazo armado fue la Inquisición. Este argumentario se difundió por Europa a través de folletos, pasquines, grabados, pinturas, azulejos y tapices, penetrando en la psique de propios y ajenos (Pérez, 2009: 68).
La denominada “guerra de papel” entre la Monarquía Hispánica y las Provincias Unidas también ha sido estudiada desde el punto de vista de la comunicación, entre otros, por la profesora Ingrid Schulze (1). Sin embargo, aunque la autora nos habla de las características de esa propaganda y de los modos que adoptó, se centra en los medios escritos, sin apenas dedicar espacio a un tipo más minoritario pero no por ello menos interesantes: los mensajes propagandísticos acuñados en jetones (2).
Los jetones, o tokens en inglés, son piezas monetiformes hechas normalmente de cobre que fueron utilizadas por comerciantes y banqueros medievales para hacer operaciones contables (3). Acuñados por primera vez en Francia a principios del s. XIII, se extendieron por los Países Bajos gracias a los intercambios comerciales, donde alcanzaron gran difusión bajo el gobierno de los duques de Borgoña (Ramos, 2007:9).
Fue uno de estos duques, Felipe III “el Bueno” (1396-1467), quien decidió darles otro uso. Tras asentar su poder sobre las provincias de Brabante, Flandes, Hainaut, Holanda y Zelanda (1433), Felipe ordenó la acuñación de jetones para conmemorar los sucesos más relevantes de su mandato. Así, una herramienta contable pasó a ser un instrumento de propaganda política que fue usado por los distintos reinos y territorios europeos a lo largo de los siglos posteriores (4).
Con el matrimonio de Felipe el Hermoso, descendiente de la casa de Borgoña, y Juana la Loca (1496) empezó la emisión de jetones relacionados con España y su hijo Carlos V fue el que los introdujo en Castilla (Ibáñez, 2013: 9). Llegamos así al reinado de Felipe II (1527-1598), “el rey prudente”, quien tuvo que lidiar con una revuelta surgida en los territorios heredados de sus antepasados paternos que desembocaría en la Guerra de los Ochenta Años (1568-1648).
El conflicto tuvo su origen en las tensiones generadas entre las élites locales por la política intervencionista del monarca, a las que se sumó la cuestión religiosa debido a la expansión del calvinismo por la zona. Ambos bandos utilizaron los jetones para difundir sus mensajes partidistas y religiosos a través de una iconografía que incluyó escenas del Antiguo testamento, imágenes alegóricas o emblemáticas y leyendas que glorificaban victorias militares o expresaban deseos de paz.
Política, religión y antigüedad clásica confluyeron en un espacio de pocos centímetros de diámetro dando como resultado piezas de una notable calidad y belleza que Fernando Ramos describe en su “Catálogo de Jetones de Nuremberg y de los Países Bajos”. De los ochenta y cuatro jetones que recoge el autor me gustaría llamar la atención sobre uno acuñado con motivo del fracaso de las negociaciones de paz de 1579.
En enero de ese año, la firma de la Unión de Arras por las provincias católicas y de la Unión de Utrecht por las calvinistas supuso un paso más en el conflicto mantenido entre la monarquía de Felipe II y los rebeldes capitaneados por Guillermo de Orange (1533-1584). En un intento de evitar la ruptura total en los territorios de los Países Bajos, el emperador Rodolfo II se ofreció como mediador, iniciándose encuentros diplomáticos entre los delegados de ambas facciones en Colonia.
Los diputados de los Estados Generales ofrecieron al enviado real, el duque de Terranova, la paz y volver bajo la obediencia del monarca a cambio de la libertad religiosa y el mantenimiento de su sistema político, lo que implicaba mantener a Guillermo de Orange como estatúder (cargo que ostentaba desde 1572).
Paralelamente, Alejandro Farnesio (1545-1592) había llegado a los Países Bajos en sustitución del fallecido don Juan de Austria y tomado la fortaleza de Maastricht. Como indica Geoffrey Parker, esta victoria, sumada a la retirada de las provincias valonas del bando rebelde animó a los delegados reales a adoptar una postura intransigente y a exigir el restablecimiento del catolicismo en todas las provincias. Ante esta nueva disposición, se rompieron las negociaciones y la guerra continuó (Parker, 1989: 192).
Dentro del ámbito propagandístico y como resultado de este contexto, se acuñó en Dordrecht (Holanda) en 1580 un jetón en cuyo anverso encontramos al Papa y a Felipe II junto a un león rampante, símbolo de poder, realeza y dignidad y emblema heráldico de provincias como Brabante, Flandes o Zelanda. El rey presenta a la bestia una rama de olivo como gesto de paz mientras que en la otra mano esconde un collar. Con la leyenda que rodea la escena, “LIBER REVINCIRI LEO PERNEGAT” (El león, una vez libre, repudia ser encadenado de nuevo), las provincias rebeldes dejaban claro su mensaje: no tenían intención de volver a la obediencia de la Monarquía Hispánica ni de la Iglesia Católica.
El reverso presenta una escena inspirada en las fábulas de Esopo (5). En ella se muestra un león echado, encadenado al pie de una columna con el collar de Felipe II, que ahora descubrimos que tiene la inscripción INQVI, abreviatura de Inquisición. A su izquierda, un pequeño ratón roe el collar para liberarlo (6), tal y como se expresa en la leyenda “ROSIS LEONEM LORIS MVS LIBERAT” (El ratón libera al león royendo sus ata- duras).
Como podemos observar, el mensaje busca señalar a Felipe II y al catolicismo como enemigos y responsables de no haber alcanzado la paz, pero también ensalzar la figura del príncipe de Orange, encarnado en el roedor. De esta forma Guillermo es presentado alegóricamente como el que liberaría a las Provincias Unidas del yugo católico y del Santo Oficio de Felipe II (Ramos, 2007:36).
Sobre este último punto, aunque la Inquisición se instauró en Castilla en las décadas finales del s. XV, los ataques lanzados por Orange y los protestantes eran relativa- mente recientes. La actuación del Santo Oficio contra judeoconversos y moriscos, no sólo no fue condenada por el resto de Europa, sino que fue valorada muy positivamente. Sin embargo, esa actitud cambió a raíz de los autos de fe de Valladolid y Sevilla de 1559 y 1560 donde varias decenas de luteranos fueron relajados al brazo secular y quemados en la hoguera (Pérez, 2009: 88).
Desde ese momento la Inquisición fue presentada como la representante del fanatismo, la intolerancia y el oscurantismo hispanos en general y de Felipe II en particular, a la par que se azuzaba el miedo a que fuera instaurada en los Países Bajos, algo que no llegó a ocurrir plenamente. Este discurso, del que el jetón forma parte, se convirtió en uno de los pilares de la Leyenda Negra.
El resto de la historia, como suele decirse, es de sobra conocido. El 15 de marzo de 1581 Felipe II puso precio a la cabeza de Guillermo de Orange, quien encontró la excusa para abjurar de su señor natural. Poco después los Estados Generales reunidos en La Haya reconocieron a Francisco de Anjou (1555-1584) como soberano.
Para justificar esta separación definitiva de la Monarquía Hispánica, ese mismo año se imprimía la “Apologie”, que presentó a Felipe II como contrario a todo derecho natural y, por tanto, sin autoridad sobre sus vasallos (Gallegos, 2014: 220). Los ecos de la “Apologie” aún resuenan hoy en día y parte de sus argumentos son esgrimidos tanto por foráneos como por naturales, prueba indudable de la victoria holandesa en la guerra de propaganda de la que este pequeño disco de cobre fue soldado y testigo.
Notas
(1) La investigación de Schulze quedó recogida en una monografía titulada “La Leyenda Negra de España. Propaganda en la Guerra de Flandes (1566-1584)”, publicada en 2008.
(2) La mayoría de bibliografía sobre jetones procede de países anglosajones o francófonos, lugares donde la exonumia (disciplina que estudia objetos relaciones con las monedas pero que no lo son en sentido estricto) goza de mayor popularidad. En el caso español podemos destacar “Plomos y jetones medievales de la Península Ibérica” de Crusafont, Labrot, y Boll (1996), el catálogo de Fernando Ramos González y los estudios sobre jetones medievales navarros de Miguel Ibáñez Artica.
(3) Aunque los jetones no tenían valor numerario, en épocas de escasez monetaria terminaron circulando como tal, presentando frecuentemente perforaciones en un intento de desmonetizarlos y así evitar su circulación como dinero auténtico (Ibáñez, 2013:14).
(4) Otros usos que terminaron adoptando los jetones y que a lo mejor nos resulta más conocido fueron los de fichas de teléfono y casino o monedas de uso interno en pequeñas localidades y cooperativas (Ibáñez, 2013:6).
(5) La fábula en cuestión cuenta la historia de un león que decide apiadarse de un ratoncito, quien le devuelve la gentileza liberándolo de la red de unos cazadores. En los Países Bajos del s. XVI se publicaron dos ediciones de esta obra ilustradas con grabados de Eduard de Dene (De warachtighe fabulen der dieren, 1567) y de Marcus Gheeraerts (Esbatiment moral des animaux de, ca. 1587) (Ramos, 2007: 36).
(6) Como dato curioso, una versión contemporánea de esta fábula la encontramos en la película de Disney El rey león (R. Minkoff y R. Allers, 1994). En la escena donde se presenta al personaje de Scar, este mantiene una breve conversación con un ratón que ha capturado y, al contrario que en el relato de Esopo, trata de comérselo. Esta es una forma de decirnos que Scar, al contrario que su hermano Mufasa, carece de la magnanimidad que se atribuye a los leones y, como emblema de la realeza, a los soberanos, por lo que no podría ser un buen rey (como efectivamente pasó).
Bibliografía
GALLEGOS, Federico (2014). “La guerra de los Países Bajos hasta la Tregua de los Doce Años”. Revista Aequitas, no 4, pp. 167-252.
IBÁÑEZ, Miguel (2013). “Jetones medievales con el escudo de Navarra”. Trabajos de arqueología Navarra, no 25, pp. 5-142.
PARKER, GEOFFREY (1989). España y la rebelión de Flandes. Madrid: Nerea.
PÉREZ, Joseph (2009): La Leyenda Negra. Madrid: Gadir.
RAMOS GONZÁLEZ, Fernando (2007). Catálogo de Jetones de Núremberg y de los Países Bajos en el Museo de las Ferias. La Guerra de los Ochenta Años en “imágenes acuñadas”. Medina del Campo (Valladolid): Fundación Museo de las Ferias.